Acerca de las Constelaciones.. un poco mas

¿Cómo se hace esto? Se configura el sistema del consultante a través de una imagen. Esta imagen es interior, es el guión de vida de la persona y muestra tanto el desorden como la solución. La solución aparece a través de:
una serie de movimientos en la imagen configurada inicialmente
una serie de frases sanadora
la creación de una nueva imagen
Esta nueva imagen: ordena – libera – equilibra
Dolor – Sufrimiento – Solución: nos vinculan con unos mecanismos inconcientes que operan dentro de nosotros:
1. con algún miembro excluido de nuestro sistema – IMPLICACIONES: es estar fuera de si para estar en otro, e intentar evitar su suerte (dolor, enfermedad, etc.). Ej.: tomar el dolor de la madre por la pérdida de su hermana.
2. con la expiación de culpas – COMPENSACIONES NEGATIVAS: es el deseo de reeditar la suerte de alguien que murió o fracasó por no soportar la culpa de sobrevivirle o tener éxito..
3. con el negarse a tomar a los padres – IDENTIFICACION CON EL DESTINO AJENO: es una posición de omnipotencia, en vez de tomar a los padres (que es un acto de humildad y ordenado) se identifica con ese padre, siguiendo su destino, sin tomar el propio destino (yo ya soy mejor) Ej.: enfermarse de cáncer igual que la todas las mujeres de la línea materna.
Estas situaciones traducidas en frases serían:
mejor yo y no vos
te sigo…
soy mejor que vos


Lo que sucede en una CONSTELACION FAMILIAR, no es facil de describir con palabras, y que va mas alla de ellas, y lo que sucede mas alla de las palabras esta siempre en movimiento. Bert desarrollo algunas ideas revolucionarias como por ejemplo:"LOS ORDENES DEL AMOR", "LOS MOVIMIENTOS DEL ALMA" Y LUEGO "LOS MOVIMIENTOS DEL ESPIRITU"

Desde el momento en que llegamos a la vida pertenecemos a un determinado sistema de relaciones familiares. Más tarde nos integramos a otros sistemas como: el colegio, grupo de amigos, equipos de trabajo y otros más amplios como lo son las religiones, culturas, países y, al final, al sistema del universo. Y en todos estos
sistemas existen Órdenes, en cada uno de distinta manera, que al respetarlos nos permiten avanzar y vivir en sintonía, en caso contrario nos detienen. De manera que al respetarlos nos permiten avanzar y vivir en sintonía, en caso contrario nos detienen. De manera más fuerte sentimos los Órdenes en la familia: Si los respetamos, el amor puede fluir. Por eso Bert Hellinger los llama: "Órdenes del Amor".
Todos somos miembros de nuestro Sistema Familiar. Todos somos hijos de un padre y una madre, que a su vez, también son hijos de un padre y una madre, no importa si ya murieron, si los conocimos o no. Nadie tiene el poder de cuestionar este sistema en el que nace. Tampoco puede negar a su familia, sin negarse a sí mismo. Estamos ligados con profundos lazos de lealtad a nuestra familia, y seguimos las leyes que la dirigen y la unen.
Como un árbol, que tiene su forma y su lugar en el que crece a su propia manera.
El orden viene primero, después viene el amor. Bert Hellinger comprobó y observó que el amor puede desarrollarse en un orden correcto; si existe un desorden, el amor, aunque sea grande, no puede fluir.

Las ideas basicas que sustentan este trabajo son:

Red de vínculos y Alma Familiar
El sistema que más influye a la persona es la familia y la red de vínculos familiares a la que pertenece, y la hipótesis sistémica principal no es otra que la que afirma que los estados anímicos, vivencias, problemas, guiones de vida y destinos de las personas se explican y se resuelven encarando la posición que la persona ocupa en dicho sistema. Me parece que intuitivamente es algo que sabemos y, en general, concordamos en sentir la fuerza del entramado familiar como determinante de nuestras posibilidades, limitaciones y vivencias existenciales.
En el modelo sistémico de Bert Hellinger no se mira, por ejemplo, la comunicación actual de los miembros de la familia. Se aleja de los modelos pragmáticos de la comunicación actual entre las personas prefiriendo ientificar las dinámicas de fondo que subyacen a los modos de comunicación actual. Se asemeja en algunas reflexiones al modelo estructural de Minuchin concediendo importancia a las jerarquías y el ordenamiento de los subsistemas familiares. Sin embargo va más allá y aporta algo novedoso en el campo de la psicoterapia. Para el modelo de las Constelaciones Familiares de Bert Hellinger lo más importante y por tanto aquello que se mira es “lo que vincula en el Alma” y lo que vincula en el Alma viene dado por la sexualidad y sus consecuencias y por la violencia y sus consecuencias. Es decir vincula aquello que nos asoma a los asuntos del vivir y el morir. A través de la sexualidad se constituye la pareja y viene la vida, y de ahí pueden venir vínculos entre hermanos navegando en una corriente común; además tener la vida nos asegura la certeza de perderla. La violencia también amenaza la vida y la dignidad, y a menudo, conlleva la muerte. En un nivel muy profundo vibramos intensamente ante las fuerzas que nos acercan al vivir y el morir, y éstas determinan implicaciones y dinámicas que tienen un gran poder.
El Alma Familiar vendría a ser una fuerza reguladora comparable a la fuerza reguladora que dirige los procesos físicos de un organismo vivo para mantener su estabilidad. El Alma Familiar reúne y dirige los destinos los destinos de las personas que permanecen vinculadas por profundos lazos de lealdad y lo hace conforme a ciertos órdenes y leyes, cuya transgresión acarrea consecuencias fatales en forma de enfermedad, tanto física como psíquica o emocional, e incluso la muerte. Pertenecen a ésta Alma Familiar los hijos junto con sus hermanos (también aquellos que nacieron muertos o murieron tempranamente, o incluso que no llegaron a nacer), los padres y los hermanos de los padres, los abuelos y los tíos abuelos, los bisabuelos, y aún más allá especialmente si hubo destinos graves o trágicos, también los que hicieron espacio para otros, por ejemplo una primera pareja de los padres o los abuelos, y también los que obtuvieron ventaja a costa de la desventaja de otros o viceversa, por ejemplo cuando alguién conservo la vida a costa de que otro la perdiera. En el Alma Familiar actúa un sentido de lealdad y un amor profundo, muchas veces ciego y mágico, que lleva a los posteriores y por tanto más pequeños a asumir cargas y sacrificos con la idea mágica e inconsciente que otros anteriores y más grandes se van a beneficiar. Las leyes que rigen en el Alma Familiar, que como principio general pretende que todos los pertenecientes tengan un lugar de dignidad y de respeto, se ajustan a las siguientes ideas:

1. El Orden que debe ser respetado para que el amor fluya y se logre
Según Bert Hellinger, el amor no basta, requiere del Orden. Muchos padres quieren profundamente a sus hijos pero no comprenden como a pesar de el éstos tienen problemas y no se desarrollan bien. Lo que debe ser mirado es el Orden en la familia y el orden es muy secillo, explicado sucintamente: que los padres sean padres y sólo padres y por tanto los grandes, que los hijos sean hijos y sólo hijos y por tanto los pequeños, y que el marido sea marido y la esposa sea esposa, y además que los padres dan y los hijos toman. Este Orden se ve trastocado a menudo porque un hijo, captando las necesidades y ataduras de los padres respecto a su familia de origen, se ve llevado en un modo inconsciente a ser la pareja invisible de alguno de los padres o a representar a alguno de los progenitores de los padres, de lo cual se derivan importantes trastornos emocionales y de rol, que tendrán consecuencias en la construcción del carácter y en los posteriores vínculos del hijo. Por ejemplo, si una madre rechaza de algún modo a su propia madre e internamente dice “lo que viene de ella no es bueno, no lo tomo” su hija se verá llevada a representar a dicha madre, con lo cual de adulta tendrá dificultades en sus relaciones de pareja porque al no sentirse hija de su madre no ha podido desarrollarse como mujer.
2. El Alma Familiar no tolera las exclusiones e impone el principio de igual derecho a la pertenencia
El terapeuta que trabaja con el modelo de Constelaciones Familiares se pregunta sobre quién debe ser reintegrado al sistema para que haya paz. El Alma Familiar tiene como principio inexorable la no admisión de excluídos u olvidados, y cuando hay olvidados (quizá personas que murieron y el dolor fue encarado con el olvido, o bien personas que desafiaron las reglas del sistema y fueron apartados, etc) se deriva la consecuencia de que otros posteriores los representarán, a menudo imitando su destino. Por ejemplo cuando un hermano murió de niño y fue olvidado o incluso se dio su nombre a otro hermano siembra la semilla de que otros hermanos, por lealtad al hermano muerto, traten de darle lugar tratado ellos mismo de morir, sintiendo atracción hacia la muerte o impulsos suicidadas, etc. O también por ejemplo cuando uno de los padres es rechazado por el otro, el hijo contrae un solidaridad oculta con el padre rechazado y siente una fuerza a representarlo y hacerse como él en un intento desesperado de darle lugar. También a menudo un hijo de una segunda relación representa a la anterior pareja de uno de los padres si ésta no es suficientemente reconocida.
3. Desdichas de las que debemos desprendernos para que haya libertad. El equilibrio entre el dar y el tomar
Podríamos decir que el principal tabú en las personas es el de la felicidad, y aunque en un plano se desea afanosamente, en otro plano es difícil ser feliz a sabiendas de que otros en la familia sufrieron, fueron desdichados o les tocó destinos difíciles. Como dice Bert Hellinger “sufrir es fácil, actuar y desarrollarse difícil”. Actúan profundos vínculos de solidaridad en las familias que nos remiten a las limitaciones de nuestros anteriores y dificultan su superación e ir más allá. Y aunque vemos, una y otra vez, en las Constelaciones que aquellos que fueron desdichados desean que su desdicha sea respetada y tomada como un destino personal sin que otros se involucren, también vemos, una y otra vez, como los posteriores saltan a la brecha y por una especie de amor mágico pretenden liberarlos de su desgracia haciéndose ellos mismos desgraciados en una especie de compensación negativa que dice: “si yo me sacrifico tal vez a ti te vaya mejor”. De esta manera se repiten destinos y se acumulan sacrificios, siendo el resultado más desdicha. Por ejemplo un hijo percibiendo que uno de los padres enferma o desea morir, tal vez siguiendo a un anterior con el que se siente atado, salta a la brecha y dice internamente “ya enfermo yo en tu lugar” o “ya muero yo en tu lugar” o “te sigo a la desgracia o a la muerte, etc”. También existe en el Alma Familiar una profunda instancia que trata de restaurar el equilibrio entre dar y tomar y ahí también vemos a menudo como los posteriores tratan de expiar culpas de los anteriores dando lugar a aquellos que fueron perjudicados e imitando su perjuicio. Como ejemplo extremo pondré el de un hijo que su madre perdió la vida en el parto. Es un ejemplo extremo porque la madre da lo más esencial: la vida, a costa de que ella misma pierde lo más esencial. Y para el hijo es difícil tomar la vida a este precio tan alto, y a menudo trata de afrontar este gran desnivel a través de la compensación negativa diciendo internamente “a este precio tan alto no la quiero y por tanto no la tomo con plenitud y me limito”. Pero asi ¿qué gana la madre? De nuevo actúa este amor ciego que no consigue ver claramente el deseo de la madre que murió, de que el hijo tenga su vida en plenitud y la desarrolle con felicidad y logros. Buda sería un ejemplo de compensación positiva haciendo grandes desarrollos en memoria de una madre que murió tres días despues de nacer como consecuencia del parto.
Conciencia individual consciente, conciencia colectiva inconsciente y Movimientos del Alma
Despues de haber explicado en la forma más minimalista y sucinta posible los ingredientes indispensables del modelo de Bert Hellinger, me acercó a mi propósito de explicar los Movimientos de la Gran Alma y hacer la comparativa con el concepto de Autoregulación Organísmica para extraer algunas conclusiones. Para ello aún debo explicar el asunto de la Conciencia, entendida aquí no tanto como percatación sino como Conciencia ética o moral, que regula en un modo sútil nuestras acciones, nuestras posibilidades y nuestros límites.
Por un lado tenemos una conciencia individual consciente que se percibe en lo sensitivo por la diferenciación más básica en los seres humanos: agrado y desagrado, categorías que traducidas a la conciencia moral vendrían a ser: bueno y malo. Hasta aquí nada distinto de las ideas de Perls. Bueno vendría a ser: corresponde con lo previsto en el código de mi sistema familiar y respetándolo me aseguro mi derecho a la pertenencia haciéndome sentir inocente, y malo significa: desentona con lo previsto y me arriesgo a perder mi derecho a la pertenencia y experimento culpa. En el fondo nada distinto también de lo postulado por Perls en el sentido de introyectar los valores importantes de nuestros mayores. Bert Hellinger concede un alto valor a la necesidad profunda de pertenecer al grupo de referencia y es obvio que cada grupo determina un código de valores propio a los que tratamos de ajustarnos para no arriesgar el derecho a la pertenencia. Desde luego esto también sería válido para otros grupos distintos al familiar, aunque con menor peso y ataduras profundas. Este tipo de conciencia se fundamenta en hacer diferencias, la fundamental entre bueno y malo, y para preservar nuestro sentido de inclusión ajustamos nuestro caminar a lo bueno y estrechamos nuestro marco de vida. Desarrollarse e ir más allá, frente a este tipo de conciencia, significaría asumir culpa y tal vez soledad, renunciando al apasionamiento de aquello que consideramos bueno y nos procura inocencia. Desarrollarse aquí significaría comprender profundamente que “todos somos uno, ni mejores ni peores, renunciando a los juicios y diferencias sobre bueno y malo”, comprender claramente “en un plano real todos somos iguales, y por si nos olvidamos la muerte se encarga de equipararnos en un destino inequívoco”.
Por otro lado tenemos la conciencia colectiva inconsciente. Corresponde a una instancia sistémica que lleva a las personas a asumir posiciones de un modo invisible para ajustarse a los imperativos de Orden, de representación de excluídos u olvidados o de restauración del equilibrio entre dar y tomar. Esta trama invisible puede ser mostrada en el trabajo de Constelaciones y nuevamente la persona para desarrollarse puede renunciar al sentimiento de inocencia que le procura su involucración en la trama del sistema familiar y, tal vez, asumir la culpa de ser feliz al tiempo que da un lugar y respeta a todas las personas de su red de vínculos. En suma, ponerse en consonancia con la realidad tal como es y tal como ha sido sin arrogarse una tarea de mejorarla. En éste ámbito las ataduras son muy fuertes, viscerales y no siempre la persona puede renunciar a su propio sacrificio por amor y lealtad y esto bien puede ser respetado también.
Y por último tendríamos los Movimientos del Alma que se experimentan al superar los límites de la conciencia y vienen de una fuerza más alta, del Alma profunda como si dijerámos, y aportan soluciones muy particulares a los problemas planteados. Estos movimientos toman espontáneamente a las personas que representan a los familiares en una Constelación y se rigen por el contacto con una instancia que no hace diferencias, o sea por una conciencia indiferenciada que tiende a dar un lugar de respeto, reconocimiento y dignidad a todos los pertenecientes y se sale del margen estrecho entre buenos y malos. Se trata de una conciencia profunda que no distingue entre buenos y malos, sanos y enfermos, vivos y muertos, víctimas y victimarios, dichosos y sufrientes, locos y cuerdos y concede a todos un buen lugar en el corazón, asiente a los destinos de cada uno y a la realidad tal como es y da fuerza a la persona para mirar la vida en toda su plenitud.

La consciencia del Espíritu

¿A qué reacciona la consciencia del Espíritu? Pues, a un movimiento del Espíritu, aquel Espíritu que todo lo mueve, tal como se mueve y que lo mueve todo en un movimiento de creación. Todo está sometido a este movimiento, lo queramos o no, nos conformemos a él o tentemos resistirle. Sólo se trata de saber si nos percibimos en sintonía con este movimiento, si nos entregamos a él de buena voluntad y si nos mantenemos conscientemente en una armonía conjunta. Es decir, si nos movemos, pensamos, sentimos y actuamos a la par de lo que percibimos de él, el modo en que él nos mueve, nos guía y nos lleva.

¿Qué nos ocurre al sabernos en sintonía con este movimiento?
¿Qué nos ocurre si quizás queremos sustraernos a él porque su exigencia es excesivamente alta y nos causa temor?
Aquí experimentamos con la consciencia del Espíritu algo comparable a la consciencia individual.
Cuando llegamos a sentirnos en comunión con la consciencia del Espíritu, estamos a gusto. Más que todo, sentimos tranquilidad y ausencia de aflicción. Vemos el próximo paso que dar y tenemos la fuerza para ello. Esto sería la buena consciencia del Espíritu. Igual que con la consciencia individual, sabemos de inmediato si nos encontramos en armonía. Sólo que ahora, con el Espíritu. La buena consciencia es la entrega consciente a un movimiento del Espíritu.

¿Qué es este movimiento del Espíritu, en primer lugar?
Es un movimiento de adhesión a todo tal como es, que va unido al Espíritu y a su obra tal como es.

¿Cómo vivimos entonces la mala consciencia del Espíritu, comparada con la mala consciencia individual? ¿Cómo la sentimos?
Pues la sentimos como intranquilidad, como bloqueo del Espíritu. No nos orientamos más, no sabemos como actuar y nos sentimos sin fuerzas.

¿Cuándo sentimos esta mala consciencia?
Cuando estamos apartados del amor del Espíritu. Por ejemplo, cuando negamos a alguien nuestra atención y nuestra benevolencia. En aquel momento perdemos el contacto con el movimiento del Espíritu. Nos encontramos solos y tenemos mala consciencia.

Sin embargo, igual que la consciencia individual, la mala consciencia se pone al servicio de la buena. A través de sus efectos nos lleva nuevamente hacia la sintonía con el movimiento del Espíritu, hasta encontrar otra vez la tranquilidad y sentirnos unidos con su movimiento de entrega y amor por todos y todo, tal como es.

¿Qué significa todo aquello para las constelaciones familiares? ¿Cómo se muestra este amor en la constelación?

En primer lugar, hemos de subrayar el hecho que los movimientos del espíritu en las constelaciones se hacen visibles de manera sorprendente. Se revelan en la experiencia de los representantes y se dan a ver a cualquier mirada atenta. En otras palabras, estos movimientos son inicialmente percibidos por los representantes y luego, a través de sus reacciones, son observados por las personas presentes que a su vez, pueden sentirse cogidas y abarcadas por ellos.

Por lo tanto, el procedimiento en las constelaciones del espíritu es distinto del que muchos asocian con las constelaciones familiares. Aquí ya no se dispone la familia escogiendo representantes para los distintos miembros que la constituyen y ubicándolos en el espacio. Aquí sólo se coloca a una persona, por ejemplo el cliente o su representante, quizá otra persona más, su pareja por ejemplo. Pero sin definir su relación espacial mutua, como se hace habitualmente. Se deja alguna distancia entre ellos. No hay ni intereses ni propósitos. El cliente o su representante y la otra persona se disponen en el espacio, simplemente.

De repente se ven cogidos por un movimiento que no pueden manejar. Este movimiento viene de fuera, aunque también se lo experimenta como viniendo del interior. Estas personas se viven en armonía con un movimiento que, a través de ellas, pone algo en marcha. Pero sólo se produce esto si permanecen recogidas, sin intención propia y sin miedo ante lo que salga a la luz. En cuanto interfieren ideas propias, por ejemplo ayudar a alguien o la aprensión de lo que pueda surgir y adónde tal vez lleve, se esfuma el vínculo con este movimiento del espíritu. Al mismo tiempo se pierde el recogimiento de los observadores y se les nota intranquilos.

A partir del movimiento de los representantes se puede definir si otra persona debe ser introducida. Por ejemplo, la mirada hacia el suelo de uno de ellos indica la presencia de un muerto. Un representante más es escogido para tumbarse frente a aquel que mira al suelo. Si la mirada se pone intensa en una dirección dada, otra persona será colocada ahí donde va la mirada.

Los movimientos de los representantes son muy lentos. Cuando se aceleran, quiere decir que se interpuso una intención propia y se perdió la sintonía con el movimiento del espíritu. Aquella persona salió del recogimiento y debe ser remplazada por otra.

Más que todos, el supervisor de la constelación debe dejar a un lado sus objetivos y comentarios. Él también se deja tocar por el movimiento del espíritu. Interviene sólo cuando siente con claridad el próximo paso a dar o cuando surge una frase para él o para un representante. Además, le llegan constantemente indicaciones por parte de los representantes sobre lo que ocurre en ellos y adonde sus movimientos les llevan. Si acaso un representante retrocede ante el muerto tumbado frente a él y aparta la mirada, al cabo de un rato el supervisor interviene y lo guía de vuelta a su sitio. De ninguna manera, en este modo de proceder, puede el supervisor abandonar el proceso a los movimientos del representante. Igual que los demás, él está al servicio de los movimientos del espíritu y les obedece sin resistencia, interviniendo de un modo particular o pronunciando alguna frase.

¿A qué llevan estos movimientos del espíritu finalmente?
Llevan a que se junte lo que antes estaba separado. Son siempre movimientos de amor.

No es necesario llevarlos invariablemente hasta el final. Basta con ver adonde apuntan en cuanto se manifiestan. Por eso, estas constelaciones se quedan a menudo sin terminar y abiertas. Es suficiente que estos movimientos se hayan puesto en marcha. Podemos confiar que irán más lejos. No sólo nos indican la solución a un problema determinado sino que también representan el paso decisivo hacia la curación, y al igual que una curación, piden habitualmente su tiempo. Son el inicio de un movimiento sanador.

La constelación familiar en sintonía con los movimientos del espíritu implica que el constelador permanezca en contacto con ellos. Implica en primer lugar que él se encuentre más allá de la frontera de discriminación entre bien y mal y, con el mismo amor, esté dedicado a todos de igual manera. Sólo logra este estado cuando ha aprendido a prestar atención, dentro de él, a estos movimientos, y cuando consigue percibir rápidamente su alejamiento del amor. Un ejemplo de alejamiento sería cuando interiormente atribuye a alguien la culpa por un acto, o cuando tiene lástima a otro por lo que tiene que sufrir. Vivimos constantemente en nosotros estos alejamientos del amor. Pero al aprender la observación de los movimientos de la consciencia del espíritu y a someternos a su disciplina, muy pronto nos vemos restablecidos en el contacto con ella y en su amor por todo tal como se presenta.

La consciencia del espíritu nos guía, en las constelaciones, más allá de los límites de la consciencia personal, gracias a su amor para todos. Nos protege también del descuido de los límites de la consciencia colectiva puesto que está dedicada a todos de manera igual. Preserva el orden de precedencia en particular y nos ayuda, gracias a los movimientos del espíritu, a ver a todos como parecidos y de igual condición, y nosotros por debajo de todos.

En las constelaciones del espíritu nos ubicamos siempre en el amor, en el amor total.
La constelación del espíritu es la única al servicio permanente e integral de la vida, del amor y de la paz.

En el “desarrollo nuevo” de las constelaciones familiares, se abren profundidades que hasta ahora habían permanecido prácticamente inaccesibles. Al mismo tiempo se revelan soluciones que en las constelaciones anteriores se habían dado a ver muy excepcionalmente. Por lo tanto, seguimos adelante en estos nuevos modales y forma de constelaciones que actúan sobre todos los participantes de manera benéfica.

Toda diferenciación entre bien y mal se disipa en esta nueva forma de las constelaciones avanzadas. Aquí se manifiesta el orden cósmico, en el cual todo lo inacabado en el alma aspira a su integridad, en todos sus niveles y todas sus facetas.